Walter Mosley es un escritor conocido sobre todo por sus novelas de género negro y policíaco. Entre las más famosas está «El diablo se viste de azul», primera entrega de la serie dedicada al personaje Easy Rawlins. Recientemente, en España lo conocemos porque ha sido el ganador del premio RBA de novela policíaca con la novela «Traición». Como podemos ver, no es un escritor de ci-fi al uso aunque se ha aventurado en un par de ocasiones en el género, en mí opinión, con bastante éxito.

Su primera novela de ciencia ficción, «Blue Light«, no editada en España, se publicó en 1998 (una historia sobre alienígenas y misticismos varios que deja al descubierto el pasado hippie del autor). Su segunda incursión en el género es «Futureland», publicada en 2001 por Punto de Lectura y que, si no me equivoco, está fuera de circulación. La obra en cuestión no se puede considerar una novela al hecho, pues consta de 9 relatos que se desarrollan en un mismo mundo, una sociedad distópica post-cyberpunk con grandes diferencias sociales y económicas. Es a través de lo descrito en cada una de las historias que el lector se hace una idea de cómo funciona el mundo y la sociedad en la que están ambientados. De hecho, sólo dos historias están conectadas directamente por  sus personajes. En el resto, el autor incluye algún cameo y aparición estelar, aunque sin que esas apariciones afecten mucho al desarrollo de la historia.

En esta reseña, no voy a entrar a analizar relato por relato. Prefiero centrarme en describir el mundo que el autor nos ofrece en las historias, pues creo que es lo que realmente vale la pena de esta obra. Por un lado, tenemos la sociedad que describe, una distopía cyberpunk clásica en la que las corporaciones son las dueñas y señoras del mundo. En dicha sociedad, todo gira alrededor de la producción de bienes, y un capitalismo exagerado ha hecho que las diferencias sociales sean tan grandes que las clases bajas y medias no poseen nada: cualquier objeto o posesión más allá de la ropa es de alquiler. El hecho de que poseer esté visto como privilegio solo al alcance de unos pocos en la élite, y que el resto de los habitantes o ciudadanos solo tengan derecho a disfrutar momentáneamente de algo que no poseen, ayuda a poner énfasis en lo frágil y volátil del bienestar por el que luchan en las clases inferiores, una idea que me gusta especialmente. De esta fragilidad, la novela, nos ofrece varios ejemplos. Para entender las diferencias sociales, una variedad de personajes con sus realidades particulares desfila por los nueve relatos. Así nos encontramos con políticos, magnates, presos, trabajadores comunes, deportistas de élite y pobres desheredados; cada uno con su historia y su rol en la sociedad. La postura del autor en favor de los desfavorecidos está clara, pues tiene cierta inclinación a retratar a los miembros de las castas inferiores como héroes o víctimas, al tiempo que los miembros de las esferas superiores se muestran deshumanizados y crueles. Junto a este comentario social ambientado en un Nueva York en el que los habitantes  viven en una ciudad separada y limitada por distintas capas, el autor también  comenta acerca de temas raciales, lo que, después del ultimo relato, se antoja como uno de los principales objetivos de la obra (no quiero fastidiaros la lectura).

Una de las portadas americanas recientes pone énfasis a las IA, droides,etc…aunque yo prefiero la original.

Al mismo tiempo, al contenido social mas Orweliano: trabajadores bajo constante vigilancia, autoritarismo, limitación exacerbada de las libertades personales; se debe  añadir uno puramente científico. La sociedad planteada por Mosley tiene una marcada base cyberpunk: implantes oculares, androides asesinos, piratas informáticos, IAs al cargo de la toma de decisiones; incluso se atreve a experimentar con el transhumanismo y los transplantes de conciencia. En este aspecto, «Futureland» hará las delicias de los amantes del género y alejan la obra del misticismo presente en la incursión anterior del autor en el género. Si a eso le sumamos que las historias parten y tienen base en unos personajes excelentemente desarrollados, el resultado  es un conjunto de historias que fluyen alternando el ritmo y que ofrecen al lector destellos de un mundo  bien definido. Un mundo que bien podría ser plausible y que, seguramente, deberíamos temer, pues cada historia parece estar escrita para destripar y exponer a la sociedad planteada. 

 A nivel argumento, la obra tampoco se queda corta. Reconozco que, tal vez por el formato en el que está escrito, me costó inicialmente entrar en las historias, ya que daba por hecho de que no tenían ningún tipo de relación. Es conforme uno avanza qué se ven los puntos de unión entre los distintos relatos y que el lector entiende el porqué del formato. Gracias a la maestría de Mosley a la hora de crear y desarrollar personajes y conflictos mediante el uso tanto de los diálogos como de la prosa, avanzamos por su páginas con curiosidad y disfrute, pues vemos como las piezas poco a poco van encajando en el mosaico que nos expone el autor a medida que nos son reveladas. Al acercarnos al final del libro, descubrimos que, al igual que la suma de los distintos elementos en una orquesta forman una pieza única y llena de matices, las nueve historias son parte de una trama que el autor a desglosado y ocultado y que ofrece al lector sólo en retazos para que este los junte en su lectura. No sólo funciona cada una de las historias individualmente sino que, como en un mosaico o en una orquesta, también lo hace la suma del conjunto.

Definitivamente, «Futureland» es un notable segundo acercamiento al género de la ci-fi por parte del autor que merece nuestra atención y que demuestra como las etiquetas a los autores están para ser desestimadas.